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Con lágrimas en los ojos de la emoción, Armida Peña cuenta que cada vez que viajaba a Estados Unidos, su tía Rafaelina planeaba tener un salón de belleza.

«Yo abriría un salón de belleza con los ojos cerrados con el talento que tú tienes», le declaraba orgullosa Armida a su tía.

Fueron muchas las ocasiones en que le ofrecieron comprar un salón de belleza a Armida, ya que le gustan los negocios. Su tía siempre la animaba a adquirirlo y le insistía en que contara con ella al estilo dominicano «Yo te ayudo a emprender». ¨Yo te ayudo a echar pa-lante¨.

Armida tenía una oferta, muy buena, específicamente en el Bronx. ¨Consulté a mi mentor y comerciante, mi papá, y cuando me preguntó, ¿eres experta en salones de belleza? y respondiendo no. Decliné la propuesta», cuenta Armida.

Él le reflexionó que no se metiera en algo que no conocía. «Él tenía razón porque así se manejaban los negocios antes», reflexiona Peña y afirma que el tiempo de Dios es perfecto.

En 2013 Rafaelina falleció. Ahora Armida sigue con el deseo de hacer realidad el salón de belleza que quería en Estados Unidos, aunque no hablaba de ello.

En 2018 se animó a organizar un curso de maquillaje con la asistencia de 40 personas, cuando esperaban tan solo 10. Allí recibió una señal del Universo🌟. Tenía que seguir la historia de esta maravillosa mujer emprendedora.

Hoy el legado es. Es de esta mujer visionaria, emprendedora, que educó a sus hijas con valores y bases. «La tía Rafa fue una segunda madre para mí, una maestra de la estética. Formó a muchas con validez para trabajar en Estados Unidos»

Armida adquirió el local. Tiene el salón, que lleva 52 años en el mismo lugar, con clientes fieles y un equipo experimentado y una trayectoria ligada a esas raíces.

¡Quiero que el legado de mi tía continúe de generación en generación!